La decadencia de la
bolita, de Alejndro Dolina
Resulta difícil hablar sobre la desaparición del juego de la
bolita sin entrar en espinosas controversias. Desde luego se trata de un asunto
complejo y puede ser examinado según criterios muy diferentes.
Las personas sencillas afirman simplemente que se trata de
una decisión de los chicos, arbitraria, inexplicable y - por lo tanto - indigna
de ser discutida.
Los psicólogos, antropólogos, electrotécnicos y aun los
contadores suelen llamar la atención sobre la influencia de otros
entretenimientos de emoción mas sostenida, como la televisión, el billar
japonés, el cerebro mágico o las palabras cruzadas.
Los Refutadores de Leyendas niegan que haya existido jamás
un juego semejante y se oponen con argumentos inexpugnables al mito de la vieja
niñez romántica.
Por el contrario, los Hombres Sensibles aseguran que la
desaparición del juego de las bolitas es el resultado de una conjura universal.
Este punto de vista es muy interesante y vale la pena
elucidarlo.
En su monografía Faltan Bolitas, el pensador de Flores,
Manuel Mandeb, plantea un interrogante que nos deja perplejos. Veamos.
"... Este juego parece haber empezado a languidecer en
1960. Pero puede afirmarse que en ese momento ya hacia por lo menos cincuenta
años que se jugaba. Entonces había veinte millones de habitantes en el país, y
no era demasiado audaz afirmar que, en el medio siglo de su auge, el juego de
la bolita había sido practicado por diez millones de individuos en uno y otro
momento de sus vidas. Ahora bien: ¿ cuántas bolitas poseía cada niño
aficionado, como promedio? Digamos cincuenta. Multipliquemos: cincuenta por
diez millones. Son quinientos millones de bolitas. Bien, volvamos al presente:
alguno de ustedes ha visto una bolita en el último año? Seguramente no. Yo
pregunto: ¿ dónde están los quinientos millones de bolitas? ¿ Quién las
tiene?”
"Y no me digan que el tiempo las destruyo porque el
viento y la lluvia no son suficientes para destrozar una bolita... “
"...Las canchas han sido arrasadas y hasta
pavimentadas, los hoyos fueron rellenados, los jugadores se han visto tentados
por otras disciplinas. Alguien esta borrando todo vestigio del paso de las
bolitas por esta tierra..."
Inspirado quizás en el trabajo de Mandeb, este texto
pretende asentar las reglas, la técnica y la estrategia de las bolitas. La
tarea no es tan fácil como parece. A favor de la campaña desarrollada por los
Refutadores de Leyendas y Los Amigos del Olvido, casi nadie recuerda los
reglamentos. Por lo demás, todos sabemos que en cada cuadra había matices en la
interpretación de cada norma lúdica.
No obstante, luego de la publicación de esta nota, es
probable que algún pequeño número de Pibes Sensibles se ponga a jugar, aunque más
no sea a modo de desplante ante el Universo.
I - LAS BOLITAS
Se trata de pequeñas esferas, casi siempre de vidrio. Su
diámetro es variable: las más chicas se llaman piojos o pininas, las medianas
son las más frecuentes y están también las grandes o bolones, que suelen
utilizarse en el juego del Triángulo.
Años taras podían reconocerse diferentes pelajes de bolitas.
Las más hermosas eran las lecheras. En ellas predominaba el blanco, siempre
mezclado con algún otro color. Eran semiopacas, no se podía ver a través de
ellas y la variedad de diseños y combinaciones era enorme.
Estaban también las semitransparentes, de colores fríos,
casi siempre verdes o azules. Eran como cachos de sifón. En el interior a veces
se adivinaba un filamento gelatinoso y más bien repugnante. Salvo excepciones,
eran unas bolitas de porquería. Sin embargo, la última generación de niños
jugadores solo conoció esas bolitas.
Las lecheras desaparecieron misteriosamente. Miles de
personas jamás han visto una.
Las más recientes son las llamadas bolitas japonesas más
livianas que las convencionales, y totalmente inútiles para jugar. Su aspecto
es el de una esfera transparente con un papelito de color en su interior.
Todo niño poseía una bolita preferida, que era la que
utilizaba para jugar. Se la llamaba puntera. El resto de las bolitas servia
para pagar las deudas provenientes del juego. Si acaso una racha adversa
obligaba al niño a entregar la puntera, se le otorgaba a esta noble bolita el valor
de cuatro o cinco.
También pueden citarse - como curiosidad - las bolitas de
barro, los aceritos y hasta las de plástico (indefectiblemente ovaladas).
La identidad de los fabricantes de bolitas es un enigma.
Nunca hubo marcas, ni envases ni publicidad. Algo muy raro debe haber en todo
esto.
II - EL JUEGO DEL HOYO Y LA QUEMA
Pueden participar dos o más jugadores, El juego tiene lugar
en una cancha de unos 5 metros de largo por 2 de ancho. La superficie de este
terreno debe ser de tierra, pareja y árida, tal como la de las canchas de
bochas aunque no tan blanda.
Es de buen gusto que un pequeño árbol se sitúe en uno de los
costados. En realidad, los mejores lugares para instalar canchas de bolitas son
los rectángulos de tierra que existen en las veredas del Gran Buenos Aires. En
la Capital, como se sabe, las veredas llegan hasta el cordón y los espacios sin
baldosas que rodean a los árboles son insuficientes.
Por eso los chicos de la Provincia han sido siempre más
diestros en este juego.
Hay cuatro líneas que limitan la cancha y una que la divide
en dos, llamada mita. En el centro exacto de una de esas dos mitades, se
encuentra el hoyo.
Y aquí nos topamos con otro punto de discusión. Algunos
prefieren excavar el hoyo con una chapita de naranjin. Otros entierran una
bolita y, después de extraerla ensanchan el cráter resultante. Los más
desaprensivos clavan el taco en la tierra, y lo hacen girar, obteniendo de este
modo enormes cacerolas que desvirtúan el carácter del juego.
Los jugadores se sitúan detrás de la línea de salida, que es
la línea más corta más lejana del hoyo. Uno a uno van lanzando sus bolitas,
tratando de colocarlas en el lugar más cercano al citado agujero. Esto es de
capital importancia, pues después del tiro de salida, el primero en jugar será
quien se encuentre más próximo al hoyo. De este modo, si uno observa que el
jugador anterior ha conseguido arrimar demasiado bien, mejor será que no trate
de superar esa marca y busque los lugares más seguros de la cancha.
El objeto del juego, aclaremos, es embocar en el hoyo y
hacer impacto en las bolitas de los contrarios (quema). Los jugadores quemados
van egresando del juego y pagando a quien los quemo. Cuando queda solamente
uno, termina la ronda y comienza otra.
Cada participante va evolucionando con su bolita conforme a
una cierta estrategia.
Algunos persiguen a su presa y se van acercando cada vez
mas, aun a riesgo de quedar ofreciendo un blanco fácil. Otros buscan siempre
los lugares lejanos y hacen tiros largos (es decir rugen). Si una bolita sale
fuera de la cancha debe permanecer en el lugar donde ha quedado para que los
otros jugadores le tiren, si así lo desean. Al corresponderle nuevamente el
turno, el jugador podrá efectuar su tiro desde cualquier punto de la línea
atravesada por su bolita al salir.
III - LA BOLITA Y EL CANTO
Para obtener prioridades y anunciar decisiones o reclamar la
vigencia de ciertas reglas es necesario - en la bolita - pronunciar a voz en
cuello algunos conjuros predeterminados. Veamos una pequeña colección de
ellos.
Bolita cola: es en realidad la invitación o desafío a jugar
y también la reserva del privilegio de tirar ultimo. También puede decirse
Bolita cola, no puntie, esclarecedora frase que indica que uno no tiene
intenciones de someterse a ningún punteo o arrimada previa, para establecer el
orden de salida.
Mita al medio, buena al tiro: canto que solo puede realizar
el que tira ultimo en la salida. Si el tipo considera que alguno de sus rivales
esta demasiado cerca del hoyo, le suelta el canto y le da el hoyo por embocado.
Pero - eso si - lo obliga a poner su bolita en la mita, expuesta a su disparo
inicial.
Buen repe: ante la proximidad de la pared, se grita este
conjuro para indicar que si el impacto se produce de rebote, también será
valido. El canto contrario es mal repe.
Pica paso: declaración de voluntad que asegura la
posibilidad de colocar nuestra bolita a un paso de distancia, si un pique
traicionero la pone a merced del rival. Algunos niños tahúres suelen retrucar
de hormiguita, para reclamar que el paso sea pequeño. Voladora, agrega,
entonces el primer niño. Y se manda un paso de cuatro metros. También puede
aullarse pica no paso.
Cuantas quiera: Como el jugador que emboca en el hoyo o
realiza una quema vuelve a tirar, muchos niños proceden a sacudir tres o cuatro
quema seguidas a la misma bolita, con el fin de irse acercando a otros
objetivos. Para poder hacerlo debe pronunciar las palabras que encabezan este
fragmento.
Corta, retira no garpa: salvedad con que el pequeño que va
ganando anuncia su derecho a abandonar el juego en cualquier momento, sin que
este raje le resulte oneroso.
Bien sonati: exigencia más bien ranfañosa, según la cual se
pretende que los impactos hechos en nuestra bolita hagan ruido o no se
paguen.
Mueve pajita, garpa bolita: pareado pentasílabo que es de lo
ultimo y se profiere cuando la bolita contraria esta en medio del
pastito.
Existen infinidad de fórmulas buena línea recorrida, hoyo
antes de quema, buena mengua, etc. Cuando se quieren evitar los reces que provocan
estos cantos, se juega a todas buenas, es decir, sin cantar.
IV - COMO EMPUÑAR LA BOLITA
Para efectuar el disparo, debe colocarse la mano izquierda
alzándose sobre sus dedos en el punto exacto donde estaba la bolita. La mano
derecha descansara sobre la izquierda y empuñara la bolita. Los zurdos harán
exactamente lo contrario.
Hay dos formas clásicas de tomar la bolita: la antigua,
despreciada muchas veces, y la moderna. En la primera la bolita se aloja detrás
del índice. En la segunda, detrás del mayor, sirviendo el índice como guía o
mira.
Hay algo más. Algunos pibes muleros suelen extender la mano
hacia adelante acercándose a la bolita del adversario. Esta demasía se conoce
con el nombre de ganfia o gañote y es el origen de innumerables reyertas.
En este punto conviene aclarar la existencia de otros juegos
de bolita: el triángulo, el gayito, la troya, la cuarta. Pasaremos por alto la
complicada explicación de sus reglas.
El pasto ya ha crecido sobre las canchas. Los chicos ya no
tienen las rodillas sucias. Los pantalones de medidas infantiles no tienen
bolsillos. El pavimento y las baldosas lo cubren casi todo. Mandeb quizá tenía
razón.
Existe una conjura universal para impedir el juego de la
bolita.
Alguien tiene que ocuparse de indagar las razones de este
complot y - si es posible desbaratarlo.
Y hay que encontrar los quinientos millones de bolitas
perdidas.
Hace pocos días, el autor de esta nota trato de dar con el
frasco donde guardaba unas pocas docenas. No estaba. Tampoco estaba la caja de
las chapitas, el álbum de figuritas ni el trompo ni los autitos con
masilla.
Algo malo debe estar ocurriendo.
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