“Sueño de dragón”, de Gustavo Roldán
A los dragones les gusta soñar. Les gusta porque siempre
sueñan cosas hermosas. Los sueños de los dragones no son como los otros sueños,
un humo que se va. Son sueños que van tomando forma hasta que se los mira y se
los ve de cuerpo entero. Si un dragón sueña con un árbol enorme, lleno de
flores, cuando se despierta encuentra a su lado un lapacho un ceibo o un
jacarandá. Si sueña con mariposas, apenas abre los ojos ve un mundo de
mariposas con alas doradas, con alas azules, con alas de todos los colores
revoloteando por el monte.
¿Cómo, si no fuera por los sueños de un dragón, podríamos
entender que de repente aparezcan millares de golondrinas en el cielo? ¿Cómo
podríamos explicarnos que de un día para otro el campo se llene de flores
rojas? ¿Cómo podríamos entender que de la nada salga un arco iris? ¿De dónde
aparece un sol radiante en medio de la lluvia?
Sólo se explica por el sueño de un dragón. Y los dragones
quedan contentos con sus sueños, porque saben que producen cosas hermosas. Pero
una vez un dragón tuvo una pesadilla. Soñó con una espantosa serpiente de siete
cabezas, horriblemente perversa, que quería destruir el mundo entero.
- ¡Odio las flores!- dijo una de las siete bocas.
- ¡Odio los pájaros!- dijo otra mostrando los colmillos
repletos de veneno.
- ¡Odio los monos!- dijo una tercera cabeza.
- ¡Los mataremos a todos!- dijo otra.
- ¡Los mataremos y los comeremos!- rugió la quinta.
-¡A los monos y a todos los animales del mundo!
- ¡Y los comeremos y los comeremos y los comeremos!- dijo la
séptima.
Entonces se despertó el dragón y alcanzó a ver las siete
cabezas que se perdían a la distancia buscando monos y pájaros y flores y a
todos los animales del mundo para matarlos y comerlos.
-¡Qué hice!- se asustó el dragón.
Pero no había tiempo para lamentos, y corrió por el sendero
marcado por la serpiente donde no quedaban ni rastros de flores ni de animales.
El dragón voló y pasó por arriba de la serpiente y bajó cortándole el camino.
-¡Qué lindo dragón!- dijo una cabeza.
-¡ Lo mejor para comenzar a comer!-dijo la segunda.
La tercera no habló. Ya había estirado su cuello con la
velocidad de una centella hacia el cuerpo del dragón. Fue un movimiento casi
invisible por la rapidez, pero el dragón que sabía con quién estaba soñando, ya
no estaba en ese lugar.
-¡Así me gusta! –dijo otra cabeza.
-¡Qué bien que pelea!
-¡Así nos podemos divertir!
-¡Sólo matar y comer es aburrido!
-¡Lo mejor es pelear!
-¡Pelear y matar y comer!
Y la serpiente atacó largando mordiscones para un lado y
para el otro.
El dragón se las veía negras tratando de golpear con sus
poderosas garras alguna de esas cabezas que nunca estaban en el lugar donde
llegaba el golpe. Apenas logró en un momento rozar a la serpiente con las
garras y sacarle una escama del cuerpo. Apenas una escama que voló y cayó a lo
lejos. Entonces probó con el fuego. Nada en el mundo podía resistir el fuego de
un dragón. Dio un paso para atrás, resopló, y largó la llamarada roja más
grande que nunca hubiera largado un dragón. Un fuego espantoso, largo, oscuro,
que recorrió todo el espacio donde estaba la serpiente. Ardieron los árboles de
alrededor y la tierra despidió un humo espeso, enrojecida por el calor.
El dragón miró el humo que comenzaba a borrarse, buscando
los restos de la serpiente, y se distrajo. Cuando se dio cuenta del tremendo
salto de la serpiente, ya que estaba envuelto en sus poderosos anillos. Las
siete cabezas gritaban y reían y giraban enloquecidas.
-¡Dragón estúpido! ¿No sabías que no hay nada que nos guste
más que el fuego?
-¡El fuego nos entusiasma como ninguna otra cosa!
El dragón tiraba tremendos golpes, pero las cabezas siempre
estaban en otro lugar, y los anillos de la serpiente apretaban cada vez más.
Entonces el dragón voló, voló hasta muy arriba, cerca de las estrellas, donde
el frío es como el espanto y todo se convierte en un hielo de muerte que sólo
aguantan los dragones.
-¡Eso, un poco más alto! Después del fuego no hay nada que
nos guste más que el frío- gritaron las siete cabezas.
Entonces el dragón bajó, bajó como una flecha, se zambulló
en el medio del río, en esa zona profunda donde no llegan ni los peces. Así
ahogaría a la serpiente.
-¡Eso, eso!- gritaron las siete cabezas -. Nada nos gusta
más que estar bajo el agua. Pero después queremos otro poco de fuego.
La serpiente seguía enroscada en el dragón. Siete días y
siete noches volaron, lucharon, cayeron, nadaron, subieron, bajaron, siempre
como un solo cuerpo. Sin descansar. Al final, en un descuido de la serpiente,
el dragón logró escapar de sus anillos. Pero ya no sabía qué hacer. Había
probado todas sus argucias y había usado toda su fuerza de dragón, pero la
serpiente parecía invencible.
-¡Nos estamos divirtiendo como nunca!-gritaron las siete
cabezas.
-¡Jamás nos había pasado algo tan hermoso! ¡Te queremos,
dragón! ¡Que esta pelea no se acabe en mucho tiempo!
-¡Nos aburren las peleas tontas con animales tontos!
-¡Queremos pelear, pelear y pelear!
-¡Atacá de nuevo, dragón! ¡Te estamos esperando!
El dragón retrocedió un poco.
-¡Estás escapando, dragón cobarde!
El dragón pensó en volar, volar muy alto y muy lejos, y
olvidarse para siempre de esa serpiente. Pero entonces ella mataría a todos los
animales. No había caso. Escapar no servía. Pero si…quizás sí podría servir…
El dragón voló hacia lo alto. Subió y subió, burlándose de
la serpiente, mientras las siete cabezas lo llenaban en insultos. Y legó hasta
el lugar más alto, arriba de todas las nubes y las sombras. Entonces planeó en
círculos. En grandes círculos, dejándose llevar por el viento. Y allí, mientras
planeaba, cerró los ojos y se durmió.
Ya sabía lo que tenía que soñar. Y soñó.
Soñó con pájaros y
flores, soñó con ríos crecidos, soñó con el arco iris, y cuando en medio del
sueño apareció la serpiente de siete cabezas que peleaba enloquecida de furia,
se dio vuelta en el aire para borrar su sueño. Porque los sueños se borran si
uno se da vuelta para el otro lado mientras está soñando. La serpiente se
borró. Se borró de golpe, sin dejar ningún rastro de serpiente. Entonces el
dragón abrió los ojos. Estaba cansado, pero voló muy rápido para volver a ver
el sitio de su pelea. El lugar estaba como antes. Como siempre. Estaban los
árboles y las flores. Estaban las mariposas y los monos. Y no había rastros de
la serpiente. Ningún rastro de la pelea.
Apenas una escama que brillaba y no brillaba en el suelo.
Me encanto él cuento la enseñanza seria que los sueños se hacen realidad
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