martes, 31 de marzo de 2015

"Los Narradores de Historias", de Alejandro Dolina

Los Narradores de Historias

Existen pocos datos acerca de los Narradores de Historias. Nunca se supo de dónde venían aquellos hombres vestidos de negro. Llegaban en bicicletas al anochecer y recorrían la plaza canturreando un pregón suave. —Historias, historias… ¿quién quiere oír una buena historia?… Por una moneda relataban sucesos reales o fantásticos: entreveros amorosos, leyendas diabólicas, fabulitas arrabaleras o simples cuentos zafados. Sus mejores clientes eran las parejas de enamorados, los linyeras, los Hombres Sensibles de Flores, Los Muchachones Crueles y los Refutadores de Leyendas, que se hacían contar historias para no creer en ellas. Cuando no había candidatos, los Narradores intercambiaban relatos entre ellos mismos. Y a veces, en las noches lluviosas, los caminantes vislumbraban siluetas solitarias contando historias al viento. 
Un rato antes del amanecer, se iban con rumbos diferentes, a veces, interrumpiendo una frase, como si obedecieran a alguna señal secreta. Sus nombres eran desconocidos y a decir verdad, la gente apenas si distinguía a algunos de ellos con apodos más bien ocasionales, como El Barbudo, El Morochito o El Petiso. 
Los Hombres Sensibles sentían una cierta predilección por las narraciones de El Sucio, también llamado Letrina, un individuo maloliente y codicioso que acostumbraba a detenerse en lo mejor del cuento para exigir nuevos aportes. El hombre no concedía créditos y muchas de sus historias quedaban sin final, a causa de la insolvencia de sus oyentes. 
Hoy los Narradores ya no andan por la plaza. 
Quedan, sin embargo, retazos de algunos de sus relatos. 
Nosotros, sin pedir contribución alguna, obsequiaremos a nuestros seguidores con una pequeña colección de relatos que la muchachada del Ángel Gris conoció en los años dorados del Barrio de Flores. 

Historia del hombre que sabía que iba a morir un viernes Los poderes del Ángel Gris son muy limitados. Apenas si es capaz de humildes milagros de cuarta categoría. Por eso, cuando trata de favorecer a alguien, lo más probable es que lo reseque para todo el viaje. Una tarde, el Ángel comunicó al farmacéutico Luciano B. Herrera que su muerte se produciría un día viernes. 
Al principio, el sujeto aprovechó el dato con cierta astucia: arriesgaba la vida sin temores en sus días de inmortalidad, mientras que los viernes se encerraba bajo siete llaves. 
Muy pronto el miedo comenzó a trastornarlo. Los domingos y lunes mantenía una relativa calma. Los martes y miércoles lloraba en silencio. Los jueves visitaba a sus amigos y parientes para despedirse de ellos. Los viernes enloquecía y suplicaba clemencia a gritos. Los sábados se emborrachaba para festejar su buena suerte. 
Las cosas fueron empeorando. Herrera tuvo que cerrar la farmacia, cayó en la miseria y adquirió una merecida reputación de chiflado. 
Se suicidó un martes, ante el beneplácito de quienes sostienen la doctrina del libre albedrío. 
Los Refutadores de Leyendas pretenden demostrar la inexistencia del Ángel Gris con esta historia, que apenas alcanza para demostrar su ineficacia. 

Historia de la mujer demasiado hermosa En la calle Bacacay vive una mujer muy hermosa. Tan hermosa que no es posible describir su aspecto, pues quien alcanza a verla se muere. La mujer está triste y desesperada. 
Todas las noches se sienta frente al espejo y pasa largas horas tratando de afearse con estuques y carmines. Pero no hay nada que hacerle: cada día está más linda y más sola. 
Su hermana —dicen— no vale gran cosa y sin embargo tiene uno o quizá dos novios. 
Los muchachos valientes de Flores juran que son capaces de desafiar a la muerte con tal de ver a la mujer demasiado hermosa. 
Pero siempre llaman a puertas equivocadas, donde los reciben señoritas vulgares o japoneses que no comprenden el idioma. 

Historia de los demonios del baño de la estación 
Una noche de invierno, el guitarrista Pizzurno se metió en el baño de la estación Flores. 
Mientras trataba de acomodarse en las inhóspitas instalaciones, surgieron de lo profundo unas enormes garras. Pizzurno trató de huir, pero fue aprisionado y hundido, a través del sanitario, en un infierno fétido. Allí está todavía, prisionero de los demonios, que lo obligan a realizar humillantes comisiones. Sus lamentos se oyen en las noches serenas. Algunos crotos dicen haberlo visto remolcando barcas infernales bajo la avenida Juan B. Justo, tumba del Maldonado. 
Por eso nadie entra jamás en el baño de la estación Flores. 
Los peregrinos apurados prefieren pedir permiso en las casas cercanas —en último caso— arriesgarse en los bares de la calle Artigas. 
En la boletería del ferrocarril aún guardan la guitarra de Pizzurno. 


Historia de la manzana misteriosa del Parque Chas Existe en el barrio de Parque Chas una manzana acotada por las calles Berna, Marsella, La Haya y Ginebra. 
No es posible dar la vuelta a esa manzana. 
Si alguien lo intenta, aparece en cualquier otro lugar del barrio, por más que haya observado el método riguroso de girar siempre a la izquierda o siempre a la derecha. 
Muchos investigadores han intentado la experiencia formando grupos numerosos. Los resultados han sido desalentadores. A veces sucede que el paseante sigue en la misma calle aun después de doblar una esquina. 
En 1957, un grupo de exploradores franceses desembocó inexplicablemente en la estación de Villa Urquiza. 
Urbanistas catalanes probaron suerte formando dos equipos y partiendo cada uno en dirección opuesta. En cualquier manzana de la ciudad es fatal que los grupos se encuentren en la mitad del recorrido. Pero en este lugar no sucede tal cosa y hasta se han dado casos en que un equipo alcanza al otro por detrás.
Los más pertinaces han realizado excursiones a través de los fondos de las casas, con el resultado de aparecer siempre dejando a sus espaldas calles que no habían cruzado jamás. 
En estas experiencias se descubrió que muchos vecinos son incapaces de indicar en qué calle viven. Asimismo, existen casas que no dan a ninguna calle. Sus habitantes se alimentan de sus propios cultivos o de lo que generosamente les pasan por sobre las medianeras. 
Los taxistas afirman que ningún camino conduce a la esquina de Àvalos y Cádiz y que, por lo tanto, es imposible llegar a ese lugar. 
En realidad, conviene no acercarse nunca a Parque Chas. 

Historia de las sirenas de Santa Rita Todas las noches a las dos, en una esquina de la calle Sanabria, lejos de los poderes del Ángel Gris, aparecen las Sirenas de Santa Rita. Se trata de criaturas de perversa belleza, mitad princesas y mitad milongueras. 
Atraen a los caminantes desprevenidos con indecentes pasos de danza y con un canto provocativo que dice así: 
Aquí bailan las Sirenas, 
Sirenas de Santa Rita. 
Lo que te dan con el cuerpo 
con el alma te lo quitan. 

Nuestros amores eternos 
son como estrellas fugaces. 
Somos fieles y constantes 
con el primero que pase. 

Sirenas, Sirenas... 
que se miran y se tocan. 
Le regalamos la muerte 
al que nos bese en la boca.
 

Tal como anuncia la copla, el beso de las Sirenas es fatal. Pero es imposible resistir la tentación. 
Algunos camioneros audaces se atan con cadenas al volante de sus vehículos y pasan por la calle Sanabria para poder ver y escuchar este prodigio. 
Por eso es que hay en esta zona muchísimos accidentes de tránsito. 

Historia de los boletos embrujados Los colectiveros de Flores dicen que entre los miles de boletos que venden hay uno —sólo uno— cuya cifra expresa el misterio del Universo. 
Quien conozca esta cifra sería sabio. 
No se sabe si el boleto ha sido vendido ya o si todavía permanece oculto en las herméticas máquinas que se usan para despacharlos. 
Es posible que en este momento algún pasajero ya conozca el secreto del Cosmos. También puede haber ocurrido que la persona favorecida haya tirado el boleto sin consultar la cifra, o que la haya visto sin saber interpretarla. 
En la Avenida Rivadavia hablan de un boleto rojo, que es el boleto del amor. Quien lo obtenga conseguirá la adoración de todo el mundo, o al menos de sus compañeros de viaje. Se menciona también un boleto verde que condena a su poseedor a viajar eternamente, sin bajarse jamás del colectivo. 
En la línea 86 venden el boleto de la muerte, pero se niegan a indicar cuál es su color y su número, para evitar discusiones con los usuarios. En general, puede afirmarse que todos los boletos influyen de algún modo en nuestra vida. Los inspectores son —ante todo— funcionarios del destino que impiden gambetear a la suerte. 

Historia de los ligustros vecinos Al sur de Flores existen dos ligustros. 
Uno es propiedad del Ángel Gris. Si una pareja de enamorados se recuesta en él para afilar, las hojas ejercen una acción benefactora y excitante. Todas las luces del barrio se apagan y un vals sentimental llega desde las ramas de los árboles. 
El otro ligustro es contiguo y pertenece a los Brujos de Chiclana. Si alguien realiza maniobras de amor en su follaje, padece las peores calamidades. Las damas son raptadas por los brujos y los caballeros molidos a palos. 
No se sabe cuál es la exacta ubicación de estos ligustros y es por eso que las parejas de Flores prefieren los umbrales, los paredones y los yuyales. 
Los Narradores de Historias fueron desplazados por las diversiones modernas. Tal vez es más emocionante jugar al billar japonés que oír cuentos sobre el tesoro de la calle Neuquén o la mujer que nunca mentía. 


En el barrio del Ángel Gris y en otros rincones de la ciudad cunden narradores aficionados que relatan, con la mayor torpeza, sus cotidianas peripecias de oficina. 
No hay que perder las esperanzas. Recorramos la plaza noche a noche. Tal vez en el momento menos pensado oigamos el antiguo pregón olvidado. 
—Historias, historias.... ¿Quién quiere oír una buena historia...?
 

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